Antaño, el capitán era el último en abandonar el barco y muchos se iban a pique con la nave; eran otros tiempos y otras aguas. Ahora quienes no han sabido evitar el naufragio ocupan los botes de la tripulación; ¡que todos sus polvos salden en gatillazo!
La fuerza de la gravedad hace que la mierda caiga siempre para abajo; a unos les llega al cuello y a otros ni siquiera les ensucia los zapatos. Quienes trabajamos en el campo de cultura tenemos todos los números para esperar un futuro marrón, que humilla más que el negro. Dependemos de las instituciones para hacer aquello que sabemos hacer y que para las instituciones resulta el prescindible lastre, fácil de arrojar y difícil de percibir; nosotros somos parte del ahorro en el gasto, de las recetas simples de cómo adelgazar la deuda. La cultura es para ellos un artículo de lujo, la guinda en el pastel, el envoltorio de los regalos del que se puede pasar y del que van a pasar, ya están pasando.
Decía que somos el lastre fácil de arrojar y difícil de percibir, porque el ciudadano que pasa junto a su Archivo Provincial supone que no faltan los folios en la impresora y que su patrimonio está bajo la adecuada custodia; que sus técnicos reciben formación; que la plantilla es la necesaria; que las investigaciones se publican; que no demoran los pagos a terceros aunque ello suponga un atraso en las extraordinarias; que todo encaja con una cuidada política cultural que nos hará mejores, y acaso, más sabios. Pero la cruda realidad, la que no perciben quienes acuden a los museos o las salas de las instituciones es la que nosotros conocemos, la del otro lado del espejo: falta el toner de la fotocopiadora; lo comprado en Arco hace un año está aún por pagar; becarios con una década de experiencia; hemos liquidado los impuestos trimestrales y el IVA de facturas que tardaremos en cobrar; factura como autónomo pero trabaja como laboral…
Aprovecharán nuestro estío de botijo e higuera para cerrar infraestructura recién inaugurada; no renovar “contratos”; adelgazar plantilla; reprogramar la política de exposiciones para que parezca que parece, etc. ¿Resultado? Los artistas recorrerán su etapa “gris” y con ellos los editores; los conservadores de sala; los enmarcadotes; los galeristas; los restauradores; quienes escriben textos; los que investigan; quienes describen y documentan; los que archivan y custodian; los que fabrican y venden productos de conservación; los que transportan obra; los que componen y comisarían; los que diseñan; los que pintan las salas; los que nos ponen las tazas de café y los que nos venden el lápiz y las gomas.
Propongo trasladar a la ciudadanía la realidad de aquello que los ciudadanos pagan como si fuere bueno y no dejar que sus contornos se difuminen en la espesa niebla de la estadística y en las inauguraciones de papel couché.
Estar mejor informados agrandará la ciclópea dimensión de la inevitable úlcera que habremos de padecer, pero ayudará a proponer medidas que trasciendan la mera indignación y a organizarnos para dar la batalla; no es esta una cuestión de colores sino de dignidad. Anotad y trasladad a los distintos blogs y páginas web cada una de las arbitrariedades; tardaremos en volver a padecer de hipo.
Salud y suerte, Ángel